Cada vez que
escribo cosas como esta (peores o mejores, dependiendo del día) trato de
hacerlo lo más rápido que puedo para que las ideas no se escapen. No sé si es
porque no soy nativa digital o porque en definitiva las ideas van más rápido que
su expresión, la velocidad con la que trato de escribir hace que cometa errores
imperdonables. En ese momento no estoy pendiente de las haches, las zetas o las comas, y menos aún de que marqué una p en lugar de o.
Pero, más que eso, a veces las palabras están ahí con una b o v
incorrecta con una j en lugar de g o con una c donde debería estar la s
y no te das cuenta mientras escribes porque Word no lo ha marcado con una línea
roja debajo, simplemente porque la grafía es válida (¡claro!, en otro contexto).
Así mismo, a mí (creo que particularmente) me ocurre que lo que me queda de la
idea de la palabra que iba a escribir es su sonido final, y como soy buena para
rimar, puedo escribir implacable en lugar de impecable (¡upss!).
Total que tengo que
escribir y después corregir.
He visto que esto
mismo les sucede a otros. Amigos escritores con ortografía y gramática
impecable (aquí, con muchos, también valdría implacable), de pronto salen con
unos horrores textuales que ni de caricatura.
¿Qué es lo que
pasa? Uno puede adelantar lo explicado: la velocidad con la que se debe
escribir. Pero eso no es suficiente.
Cuando se escribe un artículo se
sabe de lo que se va a escribir, incluso hasta se puede hacer un esquema
previo, así que las ideas están bien encerraditas y no se van a escapar,
entonces te puedes dar el lujo de ir observando las marcas de Word y corrigiendo
cuando escribes, pero esto no sucede cuando escribes un poema, las imágenes que
se te ocurren no van a durar para siempre. Sabes que se trata de la musa o del duende de García Lorca y que «son formas
que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente
exacto»* y que «El duende no se repite, como no se repiten las formas del mar
en la borrasca». Entonces, ahí sí es verdad que no importa la b o la v; tienes a un rebelde
metido en la cabeza y debes escribir... después se verá.
Ese es el cerebro
de escribir.
Luego, cuando el duende te abandona, entonces tienes que
traer el lado racional, el cerebro de corregir, para que tus lectores no digan «Cómo
puede ser correctora si escribió hacia por hacía» y creo que es por eso, fundamentalmente. En realidad las formas importan poco cuando la sustancia es
buena.
*Citas de: García Lorca,
Federico (1933) Conferencia: Juego y teoría
del duende. Buenos Aires.
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