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Van soldados a la base. ¡Qué palabras tan horribles!


«Van soldados a la base» no es el inicio de una noticia sobre la guerra. Es la descripción que la  RAE[1] le ha dado a la norma en el uso de los prefijos. Aunque nos parezcan horribles, palabras como antinmigrantes, miniconciertos o poshumano ―y además el Word ¡no las pela!, allí está el subrayado rojo para que las veamos todavía más feas―, esa es la manera correcta de escribirlas: el prefijo soldado a la base.


Por lo que he podido observar en este oficio de corregir, hay normas que se desconocen o a las que no se acostumbra la gente. El adverbio solo o los pronombres demostrativo este, ese, estos, estas... sin acento es una de ellas. Quitarles el acento me ha ocasionado más de un problema con los escritores, quienes me responden ante la corrección de solo: «¿Cómo es usted correctora y no se da cuenta que aquí lo estoy utilizando como adverbio?». A veces me he puesto «intensa» y les respondo groseramente: «¿Cómo es que usted no sabe que no lleva acento si la RAE está tratando de quitarlo desde los años cincuenta?». Fin de la discusión con el enlace.

Pero el caso es que aún no nos acostumbramos y si esto pasa con el solo y el este imagínense los conflictos con el prefijo. Los corrijo y me los regresan separados y después del intercambio de insultos ―por parte de los escritores― y de explicaciones ―por mi parte― me dicen «es que se ve tan horrible» y allí sí estamos de acuerdo. 

El problema es que aunque nos parezcan feos esto es una norma y aquí diríamos: «Tienes razón pero vas preso», precisamente cuando «van soldados a la base».



[1] https://www.rae.es/consultas/normas-de-escritura-de-los-prefijos-exmarido-ex-primer-ministro

Entre la cortesía y la gramática. El burro adelante y la carga atrás


Siendo niños, alguna vez en la vida ―o con mucha frecuencia― nos dijeron esa frase cuando en alguna enumeración de personas nos mencionábamos nosotros antes que a los demás.  Uno decía, por ejemplo, «Julia, yo y Raúl» y de inmediato saltaba algún adulto a corregirnos: «El burro adelante y la carga atrás: Julia, Raúl y tú».

En estos recuerdos se me aparece una prima. No sé si porque era pequeña aún para entender o porque la lógica infantil es lapidaria esta niña no se quedaba callada cuando la corregían así que uno tenía la oportunidad de disfrutar unos diálogos dignos de los hermanos Marx, como este:

―Yo y Cayito queremos ira al parque hoy ―decía la prima.
―Cayito y tú ―corregía la mamá.
―Sí, mamá, yo y Cayito ―respondía la prima con algo de impaciencia.
―Cayito y tú ―volvía a decir la mamá, que no agregaba lo del «burro adelante».
―¡Sí, mamá. Yo y Cayito. Ves a algún otro niño aquí! ―terminaba la prima.

  O como este:

―Luis, yo y Cayito vamos a comer helado con la tía Lala ―decía la prima.
―Cayito, Luís y yo ―corregía la mamá.
―¡Pero yo también quiero irrrr! ―Y arrancaba a llorar, inconsolable.

Pues bien, estos diálogos deberían acabarse. De acuerdo con la RAE[i] no hay justificación lingüística para censurar la anteposición del yo,  y coloca el ejemplo: «”Te querrán tanto como yo y Leonardo D’Amaro te hemos querido” (Alegre Locus [Esp. 1989]».

Resulta que el uso del yo pospuesto es solo por razones de cortesía, y, si bien, la cortesía no debería reñirse con la gramática, cada quien puede colocar al burro donde quiera.