Siendo niños, alguna vez en la vida ―o con mucha frecuencia― nos dijeron
esa frase cuando en alguna enumeración de personas nos mencionábamos nosotros
antes que a los demás. Uno decía, por
ejemplo, «Julia, yo y Raúl» y de inmediato saltaba algún adulto a corregirnos:
«El burro adelante y la carga atrás: Julia, Raúl y tú».
En estos recuerdos se me aparece una prima. No sé si porque era pequeña aún
para entender o porque la lógica infantil es lapidaria esta niña no se quedaba
callada cuando la corregían así que uno tenía la oportunidad de disfrutar unos diálogos
dignos de los hermanos Marx, como este:
―Yo y Cayito queremos ira al parque hoy ―decía la prima.
―Cayito y tú ―corregía la mamá.
―Sí, mamá, yo y Cayito ―respondía la prima con algo de impaciencia.
―Cayito y tú ―volvía a decir la mamá, que no agregaba lo del «burro
adelante».
―¡Sí, mamá. Yo y Cayito. Ves a algún otro niño aquí! ―terminaba la prima.
O como este:
―Luis, yo y Cayito vamos a comer helado con la tía Lala ―decía la prima.
―Cayito, Luís y yo ―corregía la mamá.
―¡Pero yo también quiero irrrr! ―Y arrancaba a llorar, inconsolable.
Pues bien, estos diálogos deberían acabarse. De acuerdo con la RAE[i]
no hay justificación
lingüística para censurar la anteposición del yo, y coloca el ejemplo: «”Te querrán tanto como yo y Leonardo
D’Amaro te hemos querido” (Alegre Locus [Esp.
1989]».
Resulta
que el uso del yo pospuesto es solo
por razones de cortesía, y, si bien, la cortesía no debería reñirse con la
gramática, cada quien puede colocar al burro donde quiera.
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